Antología del encomillado

El próximo mes de octubre, Argentina tendrá otro episodio electoral. Uy! “Episodio”! Pensarás, eso es para una novela, una historieta, una película... Y bueno...
Uno termina por acostumbrarse a muchas cosas en la vida:
un jefe insoportable,
una suegra entrometida,
un pie plano,
un vecino ruidoso...
pero cada cuatro años, como si fuésemos escolares, nos sorprende el titular “El próximo xx de xx, hay elecciones presidenciales”. ¿Cómo? ¿De nuevo hay que elegir?
Y leyendo un poco más, logramos confundirnos mejor, si eso es posible.

Shock 1: ¡Alfonsín-De Narváez! ¿El peronista disidente ahora es radical?

Shock 2: Binner-xxx ¿Cómo que hay un socialista?

Shock 3: ¡Kirchner-Boudou! ¿Pero y dónde están los peronistas de la lista peronista?

Shock 4: ¡Alfonsín-González Fraga! Uia... pero GF no era menemista?

Shock 5: Menem dice “Cristina es la mejor” ¿Pero Menem no era menemista ?

Si algo tiene de persistente la política argentina, es su capacidad de asombrarnos. Se puede acusar a nuestros políticos de muchas cosas, pero nunca de falta de creatividad. Eso sí, no pregunten creatividad para qué.
Estoy tentado de hacer un ejercicio de cinismo cívico y dar mis explicaciones sobre por qué hay que votar al “menos peor”, pero no quisiera ceder a la tentación.
O si, mejor cedo.
Un político le dice que Ud. tiene que votarlo a él porque es el mejor, es “el cambio”, porque “todo se hizo mal”, porque “nosotros entendemos a la gente”.
Pero Ud. sabe que ese político no va a ganar y ni siquiera salir segundo.
Surgen entonces amigos que opinan que “hay que jugarse”, “estamos así” porque nunca votamos bien, etc., etc., etc.
Claro, “estamos así” pero estaríamos peor, pienso yo. Siempre se puede estar peor.

Mi fórmula es sencilla: voto para presidente al que creo tiene más claro cómo domar leones y para el congreso a su oposición. Nada de darle poder absoluto a seres tan “creativos”.
Ya sé que mi voto, UN voto, es irrisorio. ¿Pero por qué piensa que estoy escribiendo ésta columna? ¡Para convencerlo a Ud. de que haga lo mismo!
Por supuesto, también está la otra opción: la no- cínica.
Se trata de leer todas las plataformas de los partidos (de los que las tengan). Luego extremar la inteligencia, la memoria y la sagacidad para encontrar lo más parecido a nuestros ideales y utopías. Hago hincapié en la memoria: muchos ya prometieron e hicieron lo contrario, o en fijarse la historia de sus candidatos.
Claro, ya sé, lo entiendo. Ud. tiene un trabajo, tiene horarios, familia, hipotecas, cuentas. ¿Qué cómo me imagino que va a tener tiempo para buscar (quién sabe dónde... ¿internet?) esas plataformas, la historia de sus candidatos y todo lo que NO hicieron? ¿Que yo soy el utópico? Bien, veo que ahora va entendiendo por qué mi propuesta es la número uno.
Claro que también está la opción fácil.
“¿De qué partido era mi abuelo?” “¿A quién votó mi papá?” “Listo. Yo respeto la tradición familiar, no me venga con complicaciones que encima son deslealtades”.
Bien, bien. ¿A qué partido votó su abuelo? ¿Al partido de centro-izquierda que ahora lleva un aliado de centro cuasi-derecha?. ¿Al partido popular que lleva en su lista muchos yuppies y casi ningún sindicalista y que está aliado a Menem? Bueno, no se enoje. Sólo quería hacerle notar que cada vez entiende mejor mi propuesta.
Sé que Ud. está tentando a pensar que soy un desalmado, incrédulo, cínico pero con buenos argumentos (Casi un político). Pero no ceda a la tentación. No sea como yo. Sea Ud. mismo, compatriota.

Sigfrido Quiróz Tognola