NUESTROS MEJORES AMIGOS: LOS LIBROS

La amistad como el amor; “son dos cosas” que pese a ser desconocidas por la mayoría de los “homos”; suele ser de lo que más se habla; si bien la mayoría entiende “amor por sexo y amistad por abuso”. Lo primero por cuanto la atracción primordial es la animal y no la anímica y en busca de “esa alma gemela”, que nadie o apenas nadie encuentra; y lo segundo por cuanto dice el vulgar dicho que afirma… “amigo que no da y cuchillo que no corta… si se pierden, ¿qué importa?
Fuera de esas entelequias humanas, el género humano se inventó aquello de que, “los libros son nuestros mejores amigos”; pero si lo son, no todos los libros lo son; ¿qué libros pues y que escritores que los realizaron consideramos como amigos? Para mí, aquellos libros que fueron escritos con el alma y que encierran en sí, vivencias y consejos que nos facilitan la comunión (más que la comunicación ya que el libro nunca responde) con aquellos seres, que en un momento de sus vidas, volcaron sobre el papel, aquello tan valioso que aún mucho siglos después de ser escritos (o hablados y recogidos por discípulos fieles a sus Maestros) siguen ejerciendo sobre nosotros, la fuerza original que viniera en esas palabras solemnes o sublimes, que nunca mueren y que por ello mismo, siempre las recibimos como el agua purísima de ese manantial inagotable, cual es el de la sabiduría humana o divina, cuyo origen nadie sabe, pero que existe indudablemente, puesto que en todas las épocas y en todos los idiomas, lo esencial fue dicho de forma tan similar que iguala a quienes, simplemente sirvieron de, “una maravillosa cadena de transmisión inmutable y que tiene continuidad pese a quien pese y pase lo que pase, puesto que ningún tirano pudo cortarla jamás”.
Ese es para mí el verdadero progreso, de la Humanidad, el que si bien con una lentitud enorme, e influyendo en individuos aislados (generalmente) va conformando las verdaderas élites humanas; que son en realidad las bases, cimientos o columnas fortísimas que nos van sosteniendo en ese durísimo caminar, cual es en sí, la aventura de cada ser humano, que llega a preguntarse las tres terribles preguntas que nos atormentaron de inmediato a que la mismas se formaron y retumbaron en nuestras pobres mentes y que son las eternas… “Qué soy, por qué soy; y qué hago yo aquí”.
Y como “la soledad es nuestra más frecuente compañera”; una vez que ya te acostumbras resignándote a ella, conviene que tengas siempre a mano, algunos de esos “amigos que de verdad se abren totalmente a tu inteligencia para que bebas en ellos algo de lo que en muchos momentos de tu vida necesitas de forma más que necesaria”; puesto que el libro y según una de las civilizaciones más antiguas de este pobre mundo, afirma… “Un libro abierto, es un cerebro que habla. Cerrado, un amigo que espera. Olvidado, un alma que perdona. Destruido, un corazón que llora”. (Proverbio Hindú).
En mi selección de “amigos impresos en papel”; hoy me refiero al Maestro de Maestros; Pitágoras; al otro que aunque reconociera “no saber nada” (Sócrates) afortunadamente su discípulo Platón, nos dejó amplia recopilación de la sabiduría de su Maestro. De los estoicos me acompañan, Epicteto, Séneca y Marco Aurelio; de los orientales “La sabiduría de Confucio”, de Lin Yutang y “Retorno a los Orígenes” (Reflexiones sobre el Tao), de Huanchu Daoren. De los “Espíritas”: El libro de los Espíritus, de “Allan Kardec”; y del Cristianismo, “El maravilloso Sermón del Monte”; pronunciado por Cristo y que recoge Mateo en su Evangelio. Tengo muchos más, pero solo con estos ya hay lectura suficiente para muchos siglos… “después de que los modernos sabios actuales y espaciales, “logren llevar plantas de tomate al planeta Marte o que consigan entablar conversaciones con otros habitantes, de ese inconmensurable Cosmos”; trabajos “maravillosos” de esos sabios modernos, mientras aquí sigue habiendo muchísimos millones de terrícolas que ni han leído un libro, ni lo piensan leer en esta vida; y además, siguen habiendo otros muchísimos millones de seres, que se mueren de hambres físicas… o de las “otras hambres del saber que no sabemos nada”; pero para los cuales dicen que no hay recursos en este planeta… “pero para mantener guerras inacabables, para las que son necesarios recursos incuantificables, sí que hay de sobras”.
Discúlpenme si hoy escribo de forma tan, “inentendible para muchos”; pero lo hago en una de las épocas en que mis soledades ya apenas me dejan descansar y dormir; por lo que de alguna manera, tengo que decir “al viento”; que sigo sin saber nada de nada, pero que no desisto de aprender… ahora aprendo a ver morir a mi esposa, que incomprensiblemente lo está haciendo de forma lentísima y desesperante… “y yo no puedo llorar”; quizá mi llanto sea esto… “llanto escrito” y que seguro no van a entender, ni mis tres hijos, consortes incluidos y los siete nietos que hemos atesorado felizmente, en este mundo; en el que ambos trabajamos y duro, desde que fuimos alguna vez, niños… “si es que de verdad conocimos la niñez”.
Veinticuatro horas después de escrito “esto”… Ana Murió… Descanse en paz… Amén.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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