Llega, finalmente, el viernes. Después de largas horas de oficina, el señor González encara la Panamericana para efectuar una pasada ritual por la casa de sus nietos. Corto de tiempo, se ha lavado la cara, se ha perfumado el aliento con un spray y se ha peinado los pocos pelos que le quedan con una buena colonia.
Lleva en el auto una pelota de fútbol, para el varón, y una Barbie para la nena. Tienen, respectivamente 8 y 14 años. Rumbo a Vicente López, pasa a recoger por casa a su señora, muy emperifollada y animosa.
Ya de noche, llegan a un chalet de Florida. González Junior y su joven esposa los reciben con besos y abrazos. Entran a la casa con admirados comentarios sobre la decoración, la mesa del comedor y las fotos enmarcadas, sobre la pared.
A continuación, el diálogo del señor González con su nieto Nahuel, de 8 años.
GONZALEZ: ¡Hola, Nahuelín! ¡Mirá lo que te traje!
NAHUEL: Ah sí. ¿Qué es?
GONZALEZ: ¿Cómo qué es? ¡Es una pelota de fútbol, cachafaz! Para que le empieces a pegar.
NAHUEL: ¿A pegar? ¿Le tengo que pegar?
GONZALEZ: Claro, con el pie. Como Riquelme.
NAHUEL: ¿Quién es Riquelme?
GONZALEZ: ¿Quién es Riquelme? ¡Que no se diga, pedazo de sinvergüenza! Riquelme es el gran crack de Boca. ¿Te acordás que cuando naciste yo te anoté en un club? Claro, no te acordás porque eras muy chiquito. Vos sos socio de Boca. Vos sos hincha de Boca, como yo y como tu papá. Por eso te traje la pelota...
NAHUEL: Ah, sí. No me gustan esos tipos que patean una pelota. No sé qué le ve mi padre a eso del fútbol. ¿A vos también te gusta, abuelo?
GONZALEZ: ¡Pero claro, cachafaz! ¡Ya te va a gustar, vas a ver!
NAHUEL: No sé. Ahora estoy ensayando para el acting de la escuela. Hago de hada. Me gustan mucho las hadas. ¿Sabés lo que son las hadas, que tienen alitas y se posan sobre las flores?
GONZALEZ: Sí, querido. Pero esos son juegos de nenas, cosas de mujeres.
NAHUEL: A mí me gustan las hadas. La pelota, no.
Un poco aturdido por la conversación, González deja la pelota a un lado y vuelve al living. Allí encuentra a su hijo y su nuera, que charlan animadamente con la señora de González.
- ¡Querido, dicen los chicos que la nena tiene un noviecito!
- Ah bueno, qué bien.
- No le digas "la nena", mamá -dice González Junior - ...a ella no le gusta. Decile Ayelén, nomás.
- Bueno, bueno. ¿Y ese noviecito es del colegio?
- Sí, está en tercer año. Se conocieron en una toma del colegio y... bueno, estuvieron toda la semana en el cole. Esta noche, Fabi se queda a dormir en casa.
- ¿Quién es Fabi? - pregunta el abuelo, sobresaltado.
- El noviecito. Esta noche se queda a cenar y a dormir.
- ¿Pero ustedes tienen un cuarto de huéspedes, o algo...?
- No, papá. Se queda en el cuarto de Ayelén. La noche está fría y la calle está fea. Mejor que se queden acá. Ellos cierran la puerta y nosotros ni nos metemos.
El señor González y su mujer enmudecen durante media hora. La conversación languidece rápidamente. Ayelén y el novio demoran en llegar. González mira su reloj, observa la Barbie que había comprado para su nieta de 14 años, suspira y dice:
- Bueno, chicos...Yo estoy levantado desde las cinco de la mañana. Nos vamos a tener que ir. ¿No, gorda?
- Ay, sí, gordo. Chicos, no se ofendan pero este hombre está agotado. ¡Trabaja tantas horas!
- Nosotros también estamos fundidos. Anoche fue jueves, tuvimos nuestra noche libre. Nos acostamos tarde. ¿No es cierto, flaca?
La flaca, que es una linda señora joven, sonríe con toda la boca y muestra sus blancos dientes.
- ¡Síiiiii! ¡Puffff!
- Ah, eso es muy bueno - intercala la señora de González- ...Tomarse una noche romántica para comer solos, sin los chicos, como cuando eran dos novios enamorados.
- ¡No, mamá, no es así! - exclama González Junior - La flaca y yo tenemos noche libre los jueves, pero cada uno por su lado. Ella sale con sus compañeros de trabajo y yo con los míos. Noche libre. ¿Entendés?
- Ya te entiendo, hijo. Van a tomar algo, con los compañeros del trabajo.
- Mirá, mamá, cada uno tiene su barra. Yo tengo mis amigos de toda la vida, y la flaca tiene su pandilla. ¿Por qué va a dejar a sus amigos de siempre? ¿Porque se casó? Entonces salimos, bailamos, tomamos copas, qué se yo. ¿Vos fuiste a bailar, flaca?
- Huy, sí. Se me hicieron como las siete de la mañana. ¿Vos no me oíste al llegar, amor?
- No, mi vida. ¡Estaba fusilado!
Teniendo en cuenta que todo el mundo está cansado y con ganas de retirarse a sus aposentos, se levanta la sesión.
El señor González y su señora, la venerable abuela, suben al auto, saludan con la mano y vuelan por la carretera.

Viajan en silencio, pensando.

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