Sobre la brevedad de la vida El mono humano y en estos tiempos en que he vivido, empleó y sigue empleando “una mentira rutinaria” y que la dice con abundancia enorme; y es: “No tengo tiempo de nada”; para ellos la vida discurre a velocidad de vértigo y

Sobre la brevedad de la vida

El mono humano y en estos tiempos en que he vivido, empleó y sigue empleando “una mentira rutinaria” y que la dice con abundancia enorme; y es: “No tengo tiempo de nada”; para ellos la vida discurre a velocidad de vértigo y “la van perdiendo sin sentirla”; cuando la realidad es que “no saben ni supieron emplear su vida”; puesto que como le he dicho a más de uno, “se tiene el tiempo que se quiere, para aquello que de verdad se quiere”; no hay nada más que observar al que presume de saber, cómo vive y como “anda” el ídolo de barro que “adora” y que no le proporciona otra cosa que distracción absurda. Veamos lo que nos dijo Séneca sobre este tema; y Séneca fue compatriota nuestro, en la Córdoba romana, donde nació, junto a otros dos sabios también famosos, “Averroes y Maimónides” que lo hicieron después de siglos; completando el trío latino, musulmán y judío; pero hoy me refiero al estoico Séneca y recomiendo ver en mi Web, en “Trabajos Literarios” (portada) “Discurso a la Sabiduría”; que es mucho más completo. Dijo Séneca…
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“La vida es breve, la ciencia larga. No tenemos poco tiempo, sino que perdemos mucho. La vida es lo bastante larga, y se ha concedido esta amplitud para lograr cosas muy interesantes, siempre que se invierta bien. Todo espacio no es vida, sino tiempo. Nadie se pertenece a sí mismo. Lo teméis todo como si fuerais mortales, lo deseáis todo tal y como si fuerais inmortales. Escucharás que dicen: A partir de los cincuenta años me retiraré a descansar, (valoremos que lo dice hace dos milenios) a los sesenta años me liberaré de obligaciones. ¿Y quién garantiza, en fin, una vida más larga? ¿Quién va a permitir que las cosas marchen como tú lo dispones? ¿No te avergüenza reservarte los restos de una vida y dedicar a la meditación sólo el tiempo que no puede entregarse a nada? ¡Qué tarde es empezar a vivir cuando hay que terminar!
El espíritu distraído no acoge nada en profundidad, sino que lo rechaza todo como si se le impusiera.
¿Y si piensas que ha navegado uno a quién una tempestad feroz, cogiéndole al salir del puerto, lo llevó de acá para allá y, siguiendo los embates de los vientos enfurecidos de todos lados, le hizo trazar círculos por los mismos lugares? No navegó mucho, sino que fue muy zarandeado.
Es propio de una inteligencia serena y tranquila hacer un recorrido por todas las parcelas de su vida; los espíritus de las personas ocupadas, como si estuvieran sometidas al yugo, no pueden girarse y mirar hacia atrás. Por tanto su vida se hunde en los abismos, y tal como no sirve de nada acumular cuanto quieras si no hay una base que lo acoja y conserve, así nada importa cuánto tiempo se nos concede; si no tienes donde asentarse, atraviesa los espíritus cuarteados y horadados.
Propia de los griegos fue esta enfermedad: investigar qué número de remeros tenía Ulises, si se escribió antes la Iliada o la Odisea, y además si son del mismo autor; en fin, otras cosas de ese mismo tipo que, en caso de que se guarden para uno mismo, de nada sirven a un conocimiento interior; en caso de que las manifestases, no pareces más sabio, sino más impertinente. He aquí que también ha invadido a los romanos el afán por aprender cosas superfluas. Estos días he oído a una persona que contaba que cosas había hecho por primera vez cada uno de los generales romanos. Una ciencia así no va a servir de nada, pero es tal que nos atrae con la bella futilidad de los hechos.
Son los que están libres por la sabiduría los únicos que viven, pues, no sólo cuidan bien su vida, cualquier época la añaden a la suya; todos los años que han pasado con anterioridad a ellos son propiedad suya. Si no somos muy desgraciados, los más preclaros sustentadores de opiniones sagradas han nacido para beneficio nuestro, han dispuesto su vida en beneficio nuestro. Nos vemos conducidos, gracias al esfuerzo ajeno, a las cosas más bellas, arrancadas de las tinieblas a la luz; no se nos ha marginado de ninguna época, se nos admite a todas y, si gracias a la grandeza de espíritu, nos es dado superar las estrecheces de la debilidad humana, nos queda mucho tiempo por recorrer.
Es posible discutir con Sócrates, sentir dudas con Carnéades, con Epicuro descansar, vencer con los estoicos la naturaleza humana, con los cínicos sobrepasarla. Puesto que la naturaleza permite mantenerse en contacto con cualquier época, ¿por qué, abandonando este tránsito temporal breve y caduco, no nos entregamos en cuerpo y alma a lo que es inmenso, eterno, a lo que es afín a lo mejor?
¡Qué felicidad, qué bella vejez espera a quién se acogió a la amistad de estos! Tendrá con quién deliberar de lo insignificante y de lo trascendente, a quién consultar diariamente sobre sí mismo, a quién escuchar la verdad libre de ofensa, de quién recibir alabanzas sin adulación, a quienes procurar imitar.
Solemos decir que no dependió de nosotros que padres nos tocaron en suerte, que se nos concedieron al azar; en cambio, a nosotros nos es posible nacer según nuestra voluntad”.
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Con estos “sueltos” de lo mucho que aún nos queda del sabio, está más que demostrado, que en la vida hay tiempo para realizar, muchas más cosas que las que en general realiza la masa de ese mono que se auto tituló, “sapiens-sapiens”; y que en realidad no sabemos apenas nada, pero peor aún, es que no queremos saber, puesto que saber es querer; y queriendo se llega a metas que en principio ni soñamos. Hoy hay medios muy superiores a los que hubo en otras época no muy lejanas y que yo he vivido; pero la masa en general, los emplea como juguetes banales y que los deja, tan vacíos o más que cuando, adquirieron “ese juguete”; y donde pierden su tiempo, apretando botones, sin ton ni son.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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Sobre la brevedad de la vida El mono humano y en estos tiempos en que he vivido, empleó y sigue empleando “una mentira rutinaria” y que la dice con abundancia enorme; y es: “No tengo tiempo de nada”; para ellos la vida discurre a velocidad de vértigo y

Sobre la brevedad de la vida El mono humano y en estos tiempos en que he vivido, empleó y sigue empleando “una mentira rutinaria” y que la dice con abundancia enorme; y es: “No tengo tiempo de nada”; para ellos la vida discurre a velocidad de vértigo y

Sobre la brevedad de la vida El mono humano y en estos tiempos en que he vivido, empleó y sigue empleando “una mentira rutinaria” y que la dice con abundancia enorme; y es: “No tengo tiempo de nada”; para ellos la vida discurre a velocidad de vértigo y :: Comentarios