Médicos de los servicios de emergencia de hospitales detectaron la llegada al país de formas inusuales de abuso de alcohol ya registradas en Estados Unidos o Europa. El “eyeballing” es la ingesta de vodka a través de los ojos; el “Chilly Willy” consiste en “dividir” el tradicional “shot” de tequila: el limón va por los ojos, la sal se aspira, y el líquido se bebe. Pero hay casos aún más impactantes: tampones embebidos en vodka que se introducen por la vagina o el ano y permiten potenciar el impacto tóxico del alcohol, que no pasa por el hígado y va directo al torrente sanguíneo. Literalmente, beber con el cuerpo.

Por Rosario Oyhanarte



Secuencia. Una de las tantas experiencias de eyeballing que se pueden ver en Internet: cuando el vodka ingresa, genera un ardor por momentos insoportable, que en realidad se cubre con los gritos de los participantes. Los especialistas advierten que la práctica, realizada en forma sostenida, puede llevar a la ceguera.
Sábado. Tres de la mañana. Un grupo de amigos se reúne. Dos botellas de vodka más tarde, Mariano sugiere probar una nueva forma de tomar alcohol, sobre la que leyó en Internet: “vodka eyeballing”. El ritual es sencillo, consiste en verter un shot de vodka directamente en el ojo. Mariano arenga a sus amigos, que no ofrecen demasiada resistencia. Uno, dos, tres, y adentro (del ojo). La idea es hacerlo todos al mismo tiempo. El desenlace es previsible; aplausos, risas, quejas de dolor que se entremezclan con gritos de entusiasmo. Los ojos lagrimean, arden. Pero no importa, hay que repetir el ritual. Una, dos, tres, hasta doce veces. El clima es festivo. Después de todo, es sábado a la noche.



Todo orificio es bueno. Parece que beber alcohol ya no es suficiente. Ahora, muchos jóvenes, en la Argentina y en el mundo, buscan un impacto más fuerte a través de medios “no orales” de consumirlo: los ojos y la nariz, directamente de las botellas o vasos, y la vagina o el ano, a través de tampones embebidos en vodka que, rápidamente, atraviesa las mucosas y envía el alcohol directamente al torrente sanguíneo. Esta práctica inclusive ya ha ganado su nombre de drink: “tampax on the rock”. Especialistas consultados por PERFIL coinciden en lo alarmantes que son estas formas de beber, que además de causar lesiones locales, producen altos niveles de intoxicación.

Mariano y sus amigos tienen 17 años y van a uno de los colegios más prestigiosos de zona norte. “La idea de eyeballing la tiré para probar, me daba intriga ver el efecto y los chicos se prendieron al toque”, cuenta.

A través de la mucosa ocular el alcohol se absorbe más rápido que por la vía normal de ingesta, ya que no pasa por el filtro del hígado, que absorbe el 90% del alcohol consumido por la boca. Además, se cree que es una forma de evitar el aliento a alcohol, y evadir posibles controles de los padres o policiales, aunque esto no es exactamente así. “La alcoholemia se puede medir igual, porque el alcohol va a la sangre en forma directa y eventualmente sale, aunque no haya aliento identificable al momento de la intoxicación”, explica un médico del Hospital Santojanni que pidió reserva de su nombre. Los efectos que sintió Mariano fueron inmediatos. “Se me prendió fuego el ojo, te quema el dolor, te mata”. Lejos de parecer preocupado por las consecuencias a largo plazo, Mariano dice no arrepentirse, “somos un grupo muy curioso, en la vida todo es cuestión de probar”.



La globalización. El eyeballing aparece sobre todo en los Estados Unidos y el Reino Unido, países en los que la práctica está cada vez más generalizada. Las redes sociales constatan el fenómeno. En Facebook, por ejemplo, hay páginas de entusiastas, pero también grupos alarmados al respecto, entre ellos, People against Vodka Eyeballing.

Shayne Findley es estadounidense y creador del grupo. Explica a PERFIL que la modalidad es cada vez más frecuente en su país, especialmente entre universitarios. “Armé el grupo porque quiero que la gente conozca los efectos, antes de que el eyeballing se propague aún más, porque puede dañar la córnea al punto de quedarte ciego”, comenta.

Lee Naughton es australiano y tiene 28 años. Vivió tres años en Londres, donde experimentó con eyeballing. “Definitivamente, no es lo más placentero que he probado. No me siento orgulloso de haberlo hecho y no lo repetiría”, admite a PERFIL. La idea la sacó de Kevin and Perry go large, una película inglesa del 2000 en la que el personaje de Rhys Ifans –más conocido como, el amigo de Hugh Grant en Notting Hill– realiza el ritual. Lee y los amigos se filmaron mientras vertían alcohol en sus ojos, y esta es una constante en la mayoría de los que lo prueban. En YouTube hay cerca de 800 videos que muestran a jóvenes tomando alcohol por los ojos. Como en el caso de Mariano y Lee, el ritual se da entre adolescentes de un nivel sociocultural medio alto. “Las cosas que te cuentan a medida que subís en la escala social, te sorprenden. Estos chicos son los que llevan la delantera”, explica Cecilia Arizaga, investigadora del Observatorio Argentino de Drogas y Directora de la carrera de Sociología de UCES. “En la televisión se muestra al joven de bajos recursos que se mata a piñas en zonas marginales, pero en los chicos de alto nivel pasa lo mismo o peor”, agrega.

Más allá de la clase social a la que pertenezcan, a los jóvenes no les asustan los efectos de la práctica. Osvaldo Tusa, oftalmólogo del Centro Privado de Cirugía Ocular de Córdoba, revela que al realizar transplantes corneales, o cuando se quiere sacar el epitelio, que es la capa más externa de la cornea, se busca producir una úlcera adrede. ¿Cómo se induce? “Se suele utilizar una esponja o torunda de algodón, embebidas en una pequeña cantidad de alcohol y así producir ese efecto, no me imagino lo que sería verter mucha cantidad y directamente sobre el ojo”, resume.

Mariano admite que leyó en Internet sobre los efectos, pero le ganó la curiosidad. Y su caso no es el único. Porque, como afirma Carlos Damin, jefe de la División de Toxicología del hospital Juan A. Fernández, “no hay que hacer tanta campaña de prevención, sino de promoción de salud” porque, a su juicio, tener una vida sana necesariamente lleva a que la gente beba menos. “No sirve decir lo malo que es el alcohol, el miedo no funciona. La gente no teme el cáncer de pulmón, piensa que le va a pasar a otro. Debemos enseñar a cuidarse y valorizar la vida”.



Los cinco sentidos. “La mejor forma de tomar tequila es una que involucra a los cinco sentidos”, comenta Santiago, de 23 años. El ritual consiste en exprimir el limón en los ojos, aspirar la sal y tragar el alcohol. “Después te dan una cachetada, y eso involucra al tacto, y todos gritan de dolor, lo que incluye al oído”, relata a PERFIL al describir la experiencia.

Santiago es licenciado en Comunicación. Este método se le ocurrió en un viaje de intercambio a los Estados Unidos. Admite que la práctica es muy dolorosa. El ojo arde por unos minutos, pero lo que perdura es el dolor en la nariz, que en ocasiones llega a sangrar. “Es muy molesto, pero ya no puedo tomar tequila de otra forma”. Gonzalo, un rugbier de 26 años, cuenta que, cuando debutó en un club de Londres, los ingleses le hicieron atravesar el mismo ritual. “Lo que más me dolió fue la nariz, me ardió durante cuatro días ”, se queja.

Rafael tiene 23 años y es estudiante de Publicidad. En los preboliches, su grupo de amigos suele aspirar vodka de la tapa de la botella. “Lo bautizamos Chilly Willy. No hay explicación lógica ni para el nombre, ni para el motivo de hacerlo”, admite. Belén tiene 24 años y estudia Medicina. Compartió varios preboliches con Rafael y los amigos, y los vio probar el Chilly Willy. Al principio dudó en probarlo, “me parecía súper divertido y además uno de los chicos que lo hacía me gustaba. Quise intentarlo para parecer valiente”, confiesa. ¿Qué la detuvo? Verlos cómo sufrían. “Los ojos se les ponían rojos y les lloraban un rato largo. Los chicos sonreían, forzados, para esconder la cara de dolor, mientras se ahogaban entre ataques de tos”. Paradójicamente, gracias al Chilly Willy, Rafael y los amigos quedan un rato largo sin ganas de seguir tomando. “Los deja medio atontados”, dice Belén. Es decir, el objetivo no es emborracharse más rápido. “No sé si aspirar alcohol pega más, porque siempre que lo hacemos ya estamos de cama”, bromea Rafael. “Lo único que genera es la diversión de ver sufrir al boludo que le toca hacerlo, nos reímos de su ‘caripela’ de dolor”.



La droga alcohol. Javier Pueyrredón, médico clínico colaborador en la Junta de Servicios General de Alcohólicos Anónimos, precisa que, una vez alcoholizado, el individuo cae en conductas impensadas, como estas excentricidades. “La droga alcohol, además, es la puerta de entrada en un 50 por ciento a las otras drogas”. Alcohol y drogas muchas veces vienen de la mano, como es el caso de Ramiro, que tiene 34 años y es diseñador gráfico.

Ramiro revela a PERFIL que hay un nuevo ritual entre los consumidores de cocaína, llamado “sniffeo de vodka” (del verbo sniff, oler, en inglés) o “vodka snort”. El alcohol es vasodilatador, y al aspirarlo se liberan las vías nasales usualmente obstruidas por la cocaína y la mucosidad que se desprende por su efecto analgésico. “Estuve en Europa el verano pasado, y vi cómo se prepara un vaso de shot dado vuelta. En el pequeño culito que se forma, se vierte un chorro de vodka, y esas pequeñas gotas son las que se aspiran”, relató Ramiro.

Nicolás es estudiante de Publicidad, tiene 23 años y consume “pepa” (LSD), pero no de forma sublingual, que es el modo tradicional. Hace unas semanas se fue a Mar del Plata con amigos y se metió media pepa en el ojo. “Esa noche fue un papelón. Me da vergüenza y me arrepiento de haberlo hecho, pero al no encontrar el baño del boliche, hice pis en la barra del boliche mientras tomaba una cerveza”, confiesa. “El efecto me duró bastante, después de un rato me saqué la pepa del ojo y me la comí, y terminé a las 10 de la mañana tomando una cerveza en la playa con unas chicas que conocí camino a casa”.

Tampodka’. Nariz, ojos y boca no son los únicos modos de ingreso privilegiados. En países como España, Estados Unidos, Colombia y Ecuador se registran casos de jóvenes que mojan tampones con vodka y se los insertan en la vagina, en el caso de las mujeres, o en el recto, cuando se trata de hombres. En la Argentina, una médica de La Pampa, que pidió la reserva, reveló a PERFIL que tiene una paciente de 18 años que, para prostituirse, necesita estar alcoholizada. Sin embargo, sus clientes no toleran el aliento a alcohol, por lo que ella usa tampones en el ano, embebidos en alguna bebida blanca. “El tampón actúa como un supositorio, el alcohol se absorbe a través de la mucosa anal y así llega más rápido a la cabeza”, explica la médica. Según la paciente, éste es un hábito común entre las prostitutas. Sin embargo, los especialistas desmienten que este método evite completamente el aliento a alcohol: “Es cierto que larga menos aliento, pero una parte se elimina por el pulmón; es decir, más allá de la vía de ingreso, siempre va a haber aire expirado”, explica Damin, del Hospital Fernández.

Esta práctica se reflejó en 2008 en un episodio de la serie norteamericana CSI, Two and a half deaths, en el que aparece un personaje muerto, y al revisarle sus pertenencias, se le encuentran tampones embebidos en alcohol. Ese mismo año, en The Doctors, una serie televisiva que registra casos médicos y responde preguntas de los espectadores, también se hizo mención al fenómeno. Por otro lado, Band Camp, una canción del norteamericano Vic Chestnutt, dice así. “Once you soaked a tampon in some serious vodka / Wore it to school / Second period science lab / You fell right off your stool”. (“Una vez mojaste un tampón en vodka/ Lo llevaste a la escuela/ Segunda hora de ciencias /Te caíste del banco”).

Esta modalidad suena increíble, y hay quienes afirman que no es más que una leyenda urbana. Sin embargo, la médica colombiana Luisa Sánchez Marín, que investigó el tema en su país, cuenta a PERFIL que “yo estaba trabajando en urgencias, en un hospital de Medellín y llegaron dos chicas intoxicadas por alcohol vía vaginal”. Un grupo de médicos encuestó a 1.028 adolescentes, de cuatro colegios de Medellín, de diferentes estratos socioeconómicos. Una de las conclusiones es que 17 de cada 100 chicas ingiere alcohol vía vaginal. Alejandra Sánchez Cabeza, ginecóloga, dice que en la vagina esta práctica no produce más que una irritación. Los especialistas coinciden en que se puede alterar el PH vaginal, y esto genera infecciones o lesiones locales. Pero el verdadero problema es que se puede generar un estado de intoxicación muy alto. “La mucosa vaginal absorbe con mucha facilidad, porque el alcohol pasa rápidamente a la sangre sin metabolizarse. Se evade el filtro del hígado, y así, el efecto de intoxicación es rapidísimo”, explica la ginecóloga Susana Chaia, quien se preocupa por el alto estado de embriaguez al que se llegaría, en pocos segundos.



Alcohol, violencia, muerte. Roberto Canay, director del Observatorio de Políticas Públicas en Adicciones, que depende del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad, destaca que el abuso de alcohol está socialmente aceptado y que esto nos exige una reflexión, como sociedad. Canay dice que el “consumo episódico excesivo de alcohol” (CEEA) es la ingestión de gran cantidad de alcohol en una sola ocasión o en un período corto. “Esta forma es la que se da entre los jóvenes argentinos, mayormente los fines de semana y en escenarios de nocturnidad, siendo su motivación principal la búsqueda del estado de embriaguez”. Esta forma de beber suele denominarse binge drinking (algo así como tomar de golpe) y da lugar a diferentes prácticas o modas, como las ya mencionadas. Canay explica que el consumo abusivo es uno de los mayores problemas de morbimortalidad juvenil. Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco muertes en jóvenes está relacionada con el alcohol. Además, según cifras oficiales del Gobierno porteño, el 13,8% de las consultas de emergencia en hospitales públicos están vinculadas con el consumo de alcohol. Sobre el total de las situaciones de violencia que ingresan a las guardias, el 60,3% está relacionado con el consumo de alcohol, del cual el 66,5% corresponde a jóvenes entre 15 y 25 años. Por otro lado, en los accidentes de tránsito ocurridos en las autopistas de la Ciudad de Buenos Aires, el 23,8% de los conductores había consumido alcohol. En estos casos, la mitad de los conductores era menor de 25 años y el 87% de los accidentes se produce los fines de semana, especialmente entre las 0hs y las 6hs.



¿Qué tienen en la cabeza? La pregunta es por qué parece que para muchos jóvenes ya no alcanza con beber alcohol “tradicionalmente”. Los licenciados Patricia Ruiz y Carlos Grecco, psicoanalistas de la División de Toxicología del hospital Juan A. Fernández, explican a PERFIL que los jóvenes toman alcohol para desinhibirse, sobre todo con el sexo opuesto, porque el encuentro entre dos sexos genera angustia. Sin embargo, en el caso de estas prácticas excéntricas, la angustia la genera el encuentro con el propio sexo. El adolescente quiere pertenecer a un grupo social, integrarse con sus pares y así acude a prácticas cada vez más abusivas.

Para sentirse parte del grupo, las transgresiones son cada vez mayores. “En otras épocas, la rebeldía era una cuestión de discurso: se contestaba mal, explica Alicia Donghi, directora del Centro de Día en Patologías de Consumo Aabra y docente en la Facultad de Psicología de la UBA. “Con el tiempo, se pone el cuerpo en vez de la cabeza. El cuerpo es el mensaje, y así se genera el escándalo”.

Donghi subraya que en estos casos de prácticas abusivas, “la adicción no es tanto a la sustancia como al riesgo que se produce. Se busca escandalizar, desafiar, el paciente quiere un control omnipotente de la situación, y se violan los umbrales de autoconservación”. Lo cierto es que, lejos de producir placer o gusto, estas prácticas, sobre todo el eyeballing, producen un dolor importante. Donghi desarrolla una hipótesis al respecto: “El dolor anímico es inlocalizable, y esto hace que sea más difícil de conllevar”. El paciente desplaza el dolor espiritual al físico y una vez que se convierte en un dolor nombrable, lo puede dominar.

Beatriz Goldberg, psicóloga, autora de Cómo estimular al adolescente de hoy, dice que las conductas de riesgo nacen cuando el joven no tiene proyectos de vida: “Si están bien estimulados, tienen objetivos concretos y una sana autoestima, difícilmente sientan la necesidad de acudir a estas prácticas”. Goldberg también reconoce como propia del adolescente la necesidad de sentirse omnipotente Y, propia de la sociedad entera, es esta tendencia a no encontrar formas auténticas de diversión.

Pero estas se dan particularmente entre adolescentes y jóvenes adultos. En la División de Toxicología del Hospital Fernández los pacientes son cada vez de menolr edad. “La segunda porción es de menores de 20 años. En 2008, eran el cuarto grupo etario; en 2009, el tercero”, declara Damin.

Sábado. Seis de la mañana. Doce shots de eyeballing más tarde, Mariano y sus amigos vuelven del boliche con el ojo irritado, la vista nublada y una embriaguez absoluta.