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El delirio desatado por la salida intempestuosa de Sergio Schoklender de la fundación de las Madres de Plaza de Mayo no está dejando ver algunas cuestiones políticas y otras personales de este escándalo y sus protagonistas.

En primer lugar, Schoklender muestra las carecterísticas de una personalidad psicopática, las que en buena medida fueron la razón de la diáspora de dirigentes y profesionales que trabajaban o colaboraban con la universidad de Madres, la radio y otros emprendimientos de la fundación en los últimos años.

La relación creada entre Schoklender y Hebe de Bonafini está marcada por esta cuestión, y por las propias características personales de la titular de Madres, que además fue radicalizándose en sus posturas desde la llegada del kirchnerismo al poder, en 2003. Este abogado e ingeniero aficionado se constituyó con el tiempo en su “sombra negra” y fue clave para convertir a una ONG defensora de los derechos humanos en un emprendimiento social.

Naturalmente, Hebe no estudió auditoría pero tampoco está entre sus virtudes la autocrítica. Hace tres años el desmadre administrativo de Schoklender –“él hace”, según Hebe le recalcaba a sus críticos– obligó a la titular de Madres a aceptar la ayuda de la ex ministro de Economía, Felisa Micheli. No sirvió de mucho.

La renuncia de Schoklender a Madres se debe exclusivamente a que los desatinos provocados por su personalidad perturbada llegaron a un punto que lo sobrepasaron. Su entrevista al diario “Clarín” y su posterior aparición televisiva destrozaron lo que quedaba del vínculo afectivo patológico que había urdido con Bonafini, pero en ambas Schoklender mostró un rasgo de su personalidad que ninguno de los que lo frecuentó en estos años conocía. Habló de más, lo contrario de lo que hacía en público, cobijado siempre bajo la exuberante personalidad de Hebe.

Hace tiempo que la titular de Madres sabía que “su hijo” jugaba sumas exorbitantes. Lo negó y acusó de traidores o envidiosos a quienes le “llevaban cuentos”. De la misma forma le creyó, hace mucho, la historia de que él y su hermano Pablo habían sido víctimas del ex almirante Emilio Massera, y jamás aceptó otra versión de los hechos que concluyeron con el asesinato del matrimonio Schoklender, en 1981, por el que los dos hermanos fueron condenados en distintas instancias.

La construcción de una verdad basada en mentiras es como un dique inestable: cuando una primera vía de agua se filtra, el derrumbe es inevitable.

En el terreno político, es evidente que nadie hizo lo que debía con Schoklender porque la relación entre Hebe y el ex presidente Néstor Kirchner, primero, y con su sucesora Cristina Kirchner más tarde era tan importante que no había espacio para advertir sobre los peligros que se cernían sobre la Administración pública, que mezclaba derechos humanos y dinero con una cuota notable de discrecionalidad.

Todo indica que el nuevo “caso Schoklender” no tendrá consecuencias electorales para el oficialismo, pero lo que hoy la sociedad no quiere mirar muy probablemente se sume a una larga lista de reclamos futuros. La transformación de Madres de una organización defensora de los derechos humanos en otra social, primero que nada atribuible a la fuga de Bonafini hacia la política, tiene su correlato hacia adentro con el ascenso de Schoklender como mandamás administrativo de toda la organización. Toda la carga de intolerancia –y paternalismo– que Hebe desplegó en su vida pública en los últimos años, tuvieron su contratacara en Schoklender como administrador de los nuevos emprendimientos de Madres.

Por las dos razones, las personales y las políticas, Madres dejó girones de su prestigio, incluso internacional. Y hoy, desde la oposición política y mediática se busca terminar el trabajo, atacando la política de derechos humanos del kirchnerismo por utililitaria. Pegándole a Hebe se aspira a embarrar a todas las demás entidades, en especial a Abuelas, en las antípodas de Madres y en la compleja misión de conseguir que se conozca la verdadera identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera, los hijos adoptivos de la dueña de “Clarín”.

*Director de www.gacetamercantil.com