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Jueves 09 de Junio de 2011

“¡Que se joroben todos!”
Con un día fresco e indeciso, la ceniza volcánica invisible pululando por Buenos Aires, el martes elegí caminar cerca del mediodía.

Acción de una sencillez apabullante , sin embargo fracasó. En cada esquina de San Telmo me topé con montículos más o menos importantes, más o menos desparramados de basura.

Y no sólo en las esquinas, en la mitad de muchas cuadras, a veces sobre la veredas; otras, aplanados por los coches, los desperdicios me cortaban el paso.

Cerca del cruce de Chacabuco y Chile, desde un camión descargaban medias reses de carne para un comercio. El vehículo estaba estacionado entre dos cúmulos de inmundicias.
Por la calle México, una anciana dama, enfundada en un abrigo elegante, vacilaba con su bastón de caoba para eludir las porquerías que bloqueaban su senda. La ayudé porque un resbalón y una caída seguramente no supondrían una anécdota en su larga vida.

Indiferente a todo y a todos, los auriculares empotrados en sus oídos, un joven con pantaloncitos cortos y una simple camiseta trotaba sus músculos en una verdadera carrera de obstáculos .

Al rayo débil del sol, cuatro estudiantes secundarios daban cuenta de su almuerzo en las escaleras de un edificio. A cinco metros del grupo, un montón de desechos parecía resoplar humedad sucia.

¿Qué había pasado? Camioneros recolectores estaban indignados con su obra social por la muerte de un compañero mal atendido y expresaban, sin recoger la basura de media ciudad y cortando una importante avenida, su bronca contra el gremio y la obra social.

Finalmente a la noche del lunes, el jefe de la CGT y su hijo, titular del gremio, recibieron a una delegación y prometieron subsanar la situación a futuro, tras lo cual se levantaron las medidas de fuerza.

Pero el martes a las cinco de la tarde el centro de Buenos Aires era un asco.
Nadie había recogido nada. Las bolsas blancas de plástico flotaban en un aire nauseabundo.

Seguramente era legítimo el reclamo de los camioneros. Y lógica su ira. Pero que millones y millones de personas paguen por ello no es legítimo . Ni tampoco lógico. Y menos, justo.

La crisis del fin del 2001 instauró este tipo de protesta, no enfocadas en los presuntos culpables sino indiscriminada . Como si el “Que se vayan todos” hubiera travestido en “Que se joroben todos”.
Ayer otra protesta, esta vez de la CTA, volvió un módico infierno transitar por la ciudad.

Una década después de aquellas , sería bueno que las protestas mutaran hacia formas más civilizadas y amigable hacia quienes nada tienen que ver con sus causas. Y, que también que las pudiera controlar, limitar alguna forma real de autoridad autorizada.

Por Marcelo Moreno.