Por Alicia de Arteaga | LA NACION

Desde sus comienzos, en 1985, una de las facetas más interesantes de Casa FOA, además de su condición de gran vidriera de la decoración y el diseño en la Argentina, ha sido su efecto sobre el mercado inmobiliario y la capacidad para potenciar zonas y propiedades con la presencia de las huestes de los decoradores y su artillería de diseño, color y tecnología.

Los Silos de Dorrego y los lofts de Darwin mostraron un nuevo concepto de vivienda, joven y funcional, con el uso de recursos propios de la alta tecnología, pero también corrieron la frontera hacia otras zonas de la ciudad y contribuyeron a la expansión imparable de Palermo.

Edificios cargados de historia, como el Palacio Alzaga, en la subida de Cerrito, hoy conocido como La Mansión, conquistaron un destino hotelero tras ser sede de Casa FOA, y la magnífica propiedad de los Larivière, en Figueroa Alcorta y Castilla, obra de los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno, fue comprada por la Fundación Mapfre luego de una muy exitosa muestra. Hoy, ese edificio es sede de la cancillería del gobierno español.

Otro segmento bien potenciado por esta vidriera de efecto multiplicador, fundada por Mechita Malbrán de Campos para recaudar fondos para la Fundación Oftalmológica Argentina (FOA), ha sido el patrimonio, con la puesta en valor del Hotel de los Inmigrantes, la Casa de la Moneda y el Convento de Santa Catalina de Siena.

En todos los casos, la memoria urbana de los edificios monumentales se activó con propuestas de diseño contemporáneo, del mismo modo que el público llegó por primera vez a Puerto Madero para ver una edición de Casa FOA, montada en uno de los diques, cuando nadie imaginaba que el último de los barrios porteños sería un fabuloso negocio inmobiliario.

Esta edición número 28 da una vuelta de tuerca a la tradición legitimadora y "tracciona políticamente", al coincidir la apertura de la exposición con el anuncio de Macri de llevar a Barracas la Jefatura de Gobierno de la Ciudad y por lo menos cuatro ministerios, en un proyecto de dimensiones inéditas, con más de 50.000 metros cuadrados por construir y una inversión de 250 millones de pesos, que sería lo obtenido en subasta pública por el edificio Del Plata, ubicado en el corazón de Buenos Aires, frente al Obelisco.

Resistida por algunos sectores de la política y de la opinión pública, esta mudanza cumple con una vieja idea de Macri y de varios de sus ministros: revitalizar el Sur y, al hacerlo, descentralizar la Plaza de Mayo con su inevitable rutina piquetera. Hacer del Sur un Norte no es una tarea fácil, ni basta con Casa FOA, pero se suman varios mojones en esa dirección: la ampliación del Mamba, el Centro Cultural de España (ex Padelai) y la Usina de la Música, en La Boca, sin contar que el viejo Mercado de Pescado convertido en Centro Metropolitano de Diseño mostró cuál es el camino de la transformación.

Confirmado por las autoridades de Casa FOA: el año que viene, los decoradores volverán a Barracas. Para entonces, ya estará terminado el edificio del Banco Ciudad en Parque Patricios, proyecto ganado por concurso por sir Norman Foster. Arquitectura, política y decoración: la alianza menos pensada..