Si usted tiene hijos pequeños o nietos de corta edad, no estaría demás que los instruyera en la práctica de los deportes playeros, les predicara las virtudes y conveniencias del verano sobre el resto de las estaciones y los convenciera de lo lindos que son los ritmos tropicales.
Porque el cambio climático ya está entre nosotros : el volumen de hielo del Ártico ha descendido en un 60%, según algunos científicos; en las cumbres de las montañas más desaforadas la nieve ha perdido su calidad de eterna; todo, mientras los glaciales retroceden a paso redoblado.

En la cumbre que se desarrolla en Durban, ante delegados de más de 190 países, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, fue bastante explícito: “Sin exageración, podemos decir que aquí el futuro del planeta está en juego. Ustedes nos pueden sacar del borde del precipicio.”

El alto funcionario recordó que las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse a la mitad antes del 2050 para evitar un aumento en la temperatura mundial que tendría consecuencias catastróficas.

El hombre no quiso ser dramático: la situación lo es.

Las emisiones esos gases no sólo no bajan sino que se incrementan: desde el 2000, cuando ya el alerta sobre los efectos del cambio climático cundía, han crecido un 30%.

Pero si la sociedad global se preocupa por esto de que las focas se transformen en recuerdos y el calentamiento mundial genere virus y otras clases de invisibles porquerías inéditas que puedan desatar epidemias algo más que terroríficas, los países que responsables del 50% de emisión de gases, EE.UU. y China, no parecen dispuestos a firmar ningún compromiso para reducirlas, al menos hasta ahora.

Más: a pesar de las toneladas de evidencias, en Estados Unidos hay un fuerte escepticismo: apenas el 38% de los norteamericanos cree que la actividad humana influya en el clima.

Y los principales países emergentes ni piensan a morigerar su desarrollo porque en unas décadas se multipliquen los desiertos, las aguas suban turbias y queden osos polares sólo de peluche. Es decir, no se calientan por el tema.

La política de corto plazo parece ser la política y por más que la mayoría de los países patalee, todo indica que el porvenir vendrá recalentado.
(Publicado en la columna Disparador de Clarín el miércoles 7 de diciembre del 2011)