Hace poco un joven filósofo me aseguraba que hoy es imposible practicar la disciplina sin la ayuda de Internet. El dato me impresionó porque resulta sorprendente que un instrumento que desembarcó en el país hace apenas unos quince años haya revolucionado tanto las estructuras de la comunicación y el acceso al conocimiento como para convertirse en indispensable para un oficio milenario, tan deslumbrante a veces como provechoso y bello: el ejercicio de pensar.

Y parece que no hay día en que el portento de la Red -porque de eso se trata, aunque la ciega ferocidad de la costumbre, como siempre, nos vaya erosionando los bordes del asombro- no nos depare alguna sugestiva novedad.

Por estos días Google informó que la pregunta que más se hace en ese buscador líder -en el rubro "cómo se hace"- es sobre la forma de encarar el primer encuentro sexual. Cómo se hace el amor inauguralmente registraba el 13 de marzo 18.700.000 entradas, seguido por el más general "cómo se hace el amor", con 10.800.000.

Es evidente que para muchos adolescentes es más fácil, cómodo -¿y también confiable?- confiar en el saber de la Web, en las respuestas no siempre ciertas establecidas en el ciberespacio que la consulta a padres, maestros, parientes, amigos. O quizá una cosa no excluya la otra. Lo que sí puede estipularse como seguro es que, a pesar de la liberación sexual, la educación sexual y el auge -justamente por Internet- de la pornografía, el sexo sigue siendo, para adolescentes y no tanto, un misterio engorroso y confuso, cercado por prejuicios, temores y sombras.

Esta semana se supo de la captura de uno de los jefes de la mafia -uno de los cien criminales más buscados en Italia-, gracias al rastro que dejó en Facebook, acaso en el candoroso intento de lograr "un millón de amigos".

Más allá de la discutible interpretación de la amistad como fenómeno multitudinario, que un "killer", con varios asesinatos sobre su ¿conciencia? cayera en la crasa la ingenuidad de creer en el anonimato en la Red resulta tan pasmoso como la misma creciente perduración de la Web, ese universo invisible y paralelo lleno de belleza y horrores como este mismísimo mundo.

Por Marcelo Moreno.