La serenidad de un emperador filósofo No he encontrado un titular más acertado, aunque quizá sería mejor anteponer filósofo a emperador; pero quede así y que el lector añada o quite lo que quiera, puesto que se trata de nuevo de “Marco Aurelio”; hombre

La serenidad de un emperador filósofo

No he encontrado un titular más acertado, aunque quizá sería mejor anteponer filósofo a emperador; pero quede así y que el lector añada o quite lo que quiera, puesto que se trata de nuevo de “Marco Aurelio”; hombre ante todo y sabio de gran sabiduría; y el que cuando escribe lo que a continuación relato, es nada menos que “el dueño” del Imperio Romano en la época de su mayor extensión; por lo que los problemas que generaría el mismo, debieron ser de una envergadura enorme; lo que valora aún mucho más, la obra de dicho sabio, de la que esto que copio, es una ínfima parte; por lo que recomiendo leer todo cuanto encuentren de “esta mente privilegiada”, la que constantemente sorprende y en cualquier época del tiempo que se viva. Veamos.
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“El principio activo del universo es un torrente que arrastra en su curso todos los seres. ¿Qué hago poco caso de esos mezquinos personajes políticos que tienen la pretensión de dirigir todos los negocios como filósofos? ¡Qué prodigiosa ineptitud! ¡Oh hombre! ¿Qué haces? Confórmate con lo que la naturaleza exige en la situación presente. Prueba oportunamente a corregir a los otros con tal de que lo hagas sin ostentación. Pero no esperes jamás poder establecer la república de Platón. Conténtate si consigues hacer a los hombres un poco mejores; esto ya no es poco, puedes creerlo. Porque, en fin, ¿quién les hace cambiar de opinión? Y sin este cambio, ¿qué harás? Esclavos que gemirán de su servidumbre, hipócritas bajo la máscara de la obediencia. Y ahora háblame de un Alejandro, de un Felipe, de un Demetrio de Falera. ¿Han conocido lo que exigía de ellos la común naturaleza? ¿Se han gobernado así mismos? Esto es cosa suya. Más si no han hecho más que ruido sobre la escena del mundo, yo no estoy condenado a imitarles. Simple y modesta es la obra de la filosofía. ¡Jamás induce a tomar aires afectados y solemnes!
Contempla desde la altura esas innumerables multitudes, esos millares de ceremonias religiosas, esas navegaciones de todo género, bajo la tempestad o la calma de los mares, esa diversidad de seres que nacen, viven juntos un poco y mueren. Piensa en los que vivieron antes que tú en otros reinos, en los que vivirán después de ti y los que viven en las naciones bárbaras. ¡Cuántos de ellos ignoran hasta tu nombre! ¡Cuántos lo habrán olvidado bien pronto! ¡Cuántos que tal vez hoy te bendicen te maldecirán mañana! ¡Ah! ¡Cómo esta fama, esta gloria, todo cuanto es vanidad es despreciable!
Conserva la tranquilidad del alma, cuando lo que te ocurre proviene de una causa exterior. Confórmate con la justicia en lo que se produce por un motivo que emana de ti; es decir, en toda intención, acción, no te proponga otro objeto que el bien de la sociedad, finalidad eminentemente en relación con la naturaleza.
Te es fácil desterrar lejos de ti mil preocupaciones, causas de inquietud, puras quimeras que ocupan tu imaginación. A fin de librarte y conquistar el campo, lanza una mirada sobre el conjunto del mundo; represéntate la duración ínfima de los tiempos, observa el rápido cambio de cada ser, en particular. ¡Qué corto espacio de tiempo entre su nacimiento y su disolución! ¡Qué abismo de siglos antes de su nacimiento! ¡Qué otro abismo insondable de siglos después que haya desaparecido!
Todos los seres que tienes a la vista caerán bien pronto convertidos en polvo y los que los habrán visto caer, caerán convertidos en polvo a su vez. Así el que muere en la extrema vejez y el que en la flor de la edad es llevado, existirá igualdad.
¡Qué espíritu el de esos hombres! ¡Qué miserias y qué cosas a las que le dan importancia y que te producen su amistad y sus reverencias! Mira el fondo de su alma como si estuviese desnuda. Esta gente se imagina que nos entristecemos por sus censuras, o halagamos por sus elogios. ¡Qué presunción!
La pérdida de la vida no es otra cosa que un cambio de estado. No hay en eso más que un juego de la naturaleza universal que tan bien lo hace todo. En todo tiempo lo ha hecho así y continuará haciéndolo hasta el fin de los siglos. ¿Por qué dices que todo ha estado y estará siempre mal? ¿Qué tantos dioses no han tenido bastante poder para corregir ese desorden y que el mundo ha sido condenado a males perpetuos e incurables?
La descomposición de la materia que constituye un cuerpo cualquiera produce agua, polvo, huesos y basuras. El mármol no es más que una simple callosidad de la tierra. El oro y la plata, simples sedimentos; esta ropa, pelo de animal; el color púrpura sangre; todo el resto tiene un fondo análogo. Hasta el mismo elemento incorporal no es de naturaleza diferente, puesto que pasa de un ser a otro.
Basta de existencia miserable, basta de murmuraciones y muecas ridículas. ¿Qué es lo que te turba? ¿Qué hay de nuevo en lo que te sucede? ¿Qué te desalienta? ¿Es la causa primera? Considérala en ella misma. ¿Es la materia? Considera su estado. Fuera de una y otra no existe nada más. En el porvenir, muestra a los dioses un corazón más simple y más honrado. Haber conocido el mundo durante cien años o durante tres, es absolutamente lo mismo”.
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Lecturas así, ayudan a vivir, a ver y aceptar la vida tal y como viene, puesto que según “los sabios”; todo ya está escrito antes de que venga y no sólo a nivel global, sino lo que es más sorprendente, o sea, a nivel individual; por ello, cada cual venimos a este planeta cuando hemos de venir y nos marcharemos de él, cuando no sólo llegue el día y la hora, sino inclusive el minuto o segundo de nuestra muerte; por tanto no preocuparse de lo que ha de venir, puesto que como dicen en Italia… “lo que tenga que ser será”; y ello es incuestionable e ineludible; mientras; vivamos lo mejor que podamos, aceptando lo que tenemos, puesto que por otra parte, “no hay más, ni vamos a tener más de lo que tenemos”; por tanto, este “virus chino” que dicen, nos asola hoy, en realidad, es una enfermedad más, y que “mata” como otra cualquiera, de las que siempre y en toda época, han eliminado “al mono humano del momento”, simplemente para renovar las poblaciones, puesto que siempre ha sido igual y seguirá siéndolo… “unos mueren y otros nacen”; “el mono humano podrá dañar mucho al planeta, pero siempre es el planeta el que acabará con él y no al contrario, como se nos quiere inculcar”. Además y como ya dejó dicho Pitágoras (Maestro de Maestros)… “No se muere, la muerte es un tránsito, nada más”. Amén.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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