La cloaca mundial: la mier** nos ahoga Hay que ya emplear las palabras más duras y claras que los pueblos emplean para nombrar y denunciar los hechos que les afectan; hay que dejar las que reflejan los subterfugios, las relamidas e hipócritas, en realid

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08022021

La cloaca mundial: la mier** nos ahoga Hay que ya emplear las palabras más duras y claras que los pueblos emplean para nombrar y denunciar los hechos que les afectan; hay que dejar las que reflejan los subterfugios, las relamidas e hipócritas, en realid

La cloaca mundial: la mier** nos ahoga

Hay que ya emplear las palabras más duras y claras que los pueblos emplean para nombrar y denunciar los hechos que les afectan; hay que dejar las que reflejan los subterfugios, las relamidas e hipócritas, en realidad las cobardes, que en “honor” de una ética que nunca existió, se han empleado, por cuanto se dice ladinamente que es “lo correcto para un civilizado diálogo”; cosa que tampoco existió nunca, puesto que en el fondo, el “ya pervertido mono humano”, cuando llega a ese estado, es capaz de todo (y al decir “todo” mantengo todo) lo más criminal y perverso, para conseguir los fines que este ya degenerado ser, pretende y pretendió a lo largo de toda su terrible historia, “desde que se conoce la misma” y que puede que arrastre, desde antes de “dejar su rabo o cola” y bajar a tierra a desarrollar, toda su astucia y mala leche, que nos ha llevado a esta situación límite, en que ya se encuentra este desgraciado planeta, el que ya no sabemos ni por qué ni para qué, fue creado, puesto que pudiera hasta haber sido mejor, dejarlo en el espacio, convertido en la infinidad de partículas de que está compuesto, según nos aseguran, “los monos más entendidos en la materia”.
No pido disculpas a nadie (“ni divino ni humano”) por manifestarme hoy con esa máxima crudeza, que no sé de nadie, la emplease así desde que se aprendió a escribir en esta “minúscula esfera irregular, en que tuvimos la desgracia en ser puestos a vivir en ella y soportarla”; sin que ello inste a reconocer la maravilla que es la misma, sus bellezas naturales y animales, fuera de esa plaga o pandemia que predomina y domina la misma, cual es (“o somos”) los monos humanos.
Mi alma necesitaba en estos momentos en que escribo, ese desahogo y “grito manifestando la máxima angustia, asco, horror y desprecio”, a ese dogal, grillo o cadena carcelaria y descomunal, que ya nos ahoga; al menos a los que nos atrevemos a pensar y ver con la repugnancia que ya veo, “todo lo que de fuerza bruta y perversa nos rodea” y a la que no veo solución alguna.
¿Por qué ocurre lo que ocurre y lo permiten los que de verdad tienen el poder suficiente para hacernos una vida infinitamente mucho más humana y soportable que la que nos han creado? No lo sé, puesto que si apenas sé y puedo coordinar, mis propios pensamientos, incluso mi vida cotidiana, sometida a muchas de las inquietudes y angustias, que imagino pesan sobre la mayoría de mis semejantes… ¿Cómo tratar de imaginar todo lo que bulle en o dentro del organismo de los que se creen poderosos, y que saben tienen ese poder enorme, y el que emplean sin remordimiento alguno? No me explico cómo pueden “comer y cagar”, de forma placentera o sosegada; ¿es que de verdad existen cuerpos sin alma, sin corazón, sin un mínimo de nobleza y responsabilidad que les obligue a detenerse, pensar y meditar en todo lo que ya nos han echado encima? No lo entiendo y menos lo comprendo.
Y como ya, con casi ochenta y tres años, habiendo vivido, el tiempo más perverso, destructivo y anti-social de toda la historia de “la bestia humana”; encontrándome “más despierto que nunca”, analizando todo lo que veo y lo que intuyo, y no pensando en suicidarme, por cuanto mi conciencia me dice que sería “el peor crimen que puede cometer ese mono humano de los que soy uno de ellos, escribo lo que escribo; y lo hago, como muchísimo de lo que he escrito en el pasado, dirigido “al viento”, puesto que dudo que este escrito se puede dirigir a nadie; ni incluso a esa “Deidad” de la que se nos habla, “en la que creo puesto que existe su Creación”, pero en la que no confío ni comprendo sus fines, viendo todo lo que hace pasar a sus “pobres criaturas”; y si de verdad se preocupa de “esas pobres criaturas”; y fuese verdad ese imposible que adjudican a Cristo… “Ni uno sólo de tus cabellos caerá sin permiso de Él”; si es así, espero me haga llegar “la medicina”, para al menos, encontrar esa paz que ando buscando, puede que desde hace… “más siglos de los que yo mismo pienso”: Amén.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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