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Origen de los Ríos Chaqueños Leyenda Toba

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30102010

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VOCABULARIO
NICHAJ: Jabalí.

QUIRIOC: Tigre.
NORERÁ: Zorro
DIORNÉ: Venado.
YUCHAN: Palo borracho.
LERMÁ: Vizcacha.
GUACANIC: Estrella.
TAGA: Aloja.
SALARNEK: Cacique.
CHIGUISI: Nutria.
KOIPAC: Palo.
YUIOMA: Laguna del pescado.
NOLAJUIJK: Indígenas.
NILLAC: Peces.
TOIGUIT: Armado (pez).
HUESERA: Pacú (pez).
CHALMEE: Surubí (pez).
NUHAC: Sábalo (pez).
SASINEC: Dorado (pez).
GUAYAIBÍ: Nombre de un árbol.
GUAVIYÚ: Nombre de un árbol.
DAICÓ: Arrayán.
IBIRÁ JUS: Nombre de un árbol.
PINDÓ: Palmera.
NECTRANK: Agua.
CAINARAN: Pesca.
TUYETÉ: Río.
PIN PIN: Tambor fabricado con
un tronco de palo borracho
cortado transversalmente
en dos y cubierto con un
cuero de vizcacha.
YAGUA-RATAY: Árbol que anuncia
lluvia cuando florece.
MBURUCUYA: Pasionaria (enredadera).
GÜEMBÉ: Planta parásita, salvaje.
CHACA: Pulsera hecha con vegetales.


La cosecha de la algarroba había terminado. La tribu iba al lugar donde realizaban los festejos que, infaliblemente, realizaban luego de cumplir trabajos prolongados.

Se reunieron en un claro del bosque esperando a los que tendrían a su cargo la "representación" y que aparecieron a los pocos instantes.

Eran cuatro disfrazados: uno de nichaj, otro de quirioc, el tercero de norerá y el último de diorné. Les acompañaban varios hombres que simulaban ser cazadores.

Desde que el juego comenzó, y en el que debían atraparse entre sí, actuaron a la perfección, imitando las características y las voces de cada uno de los animales que representaban.

Así se ponían frente a frente, trepaban a los árboles, se perseguían tratando de darse alcance, luchaban unos con otros y usaban de todos los medios y astucias empleados por los animales, cuyo disfraz había adoptado cada uno, cuando tratan de poner su vida a salvo.

Los hombres, a su vez, intentando atraparlos, no los perdían de vista, los asediaban, los corrían y atacaban con el mismo ardor y entusiasmo que si se hubiera tratado de una partida de caza.

Las carreras y las luchas se prolongaron durante mucho tiempo, con gran alegría de los que presenciaban tan singular torneo.

Cuando oscureció y el cielo se cubrió de estrellas, se dio comienzo a la danza.

Empezó a oírse el monótono son del pin pin, un tambor hecho con un tronco de yuchán partido transversalmente en dos y cubierto con un cuero de lermá, que tocaba incansable el director del baile, colocado en el centro del espacio destinado para la fiesta.

Comenzaron con la “Guacanic”, la danza preferida por los tobas, que consideran a las estrellas como los ojos de sus antepasados, en cuyo honor la bailaban.

Formando varias ruedas, tomados de la mano y mirando siempre hacia arriba, danzaban, siguiendo el compás que, valiéndose del pin pin, marcaba el que oficiaba de director.

Estos compases, lentos y espaciados al principio, aumentaban de velocidad a medida que el tiempo transcurría y crecía el entusiasmo de los bailarines, cuyos cuerpos seguían con movimientos rítmicos las variantes marcadas por el pin pin.

Acompañaba a este son el tintineo característico que hacían, al chocar unos con otros, las piedritas, los amuletos y las semillas, colgados de los cinturones y de las chacas, pulseras vegetales usadas por los bailarines rodeando sus brazos y sus piernas.

Un coro masculino dejaba oír sus tonos graves, al que se unían las notas agudas que entonaban las mujeres.

La tagá, mientras tanto, servida en vasijas de barro, iba de boca en boca, levantando los ánimos de los concurrentes, multiplicando su alegría y aumentando su entusiasmo.

Así pasaron la noche entera. Con ella terminó la fiesta y cuando el sol volvió a aparecer por oriente, sus rayos llegaron hasta los hombres y las mujeres que, vencidos por el cansancio y embotados por efecto de la abundante aloja ingerida, dormían su fatiga al reparo de los árboles.

Varios días después de realizarse esta fiesta llegó a la tribu del salarnek Chiguisi, un extranjero que dijo llamarse Koipac.

Luego de una cosecha tan pródiga y de los festejos ruidosos con que la cele-braron, los ánimos de los indígenas se hallaban predispuestos para ver y recibir al recién llegado con simpatía.

Si a ello se agrega la astucia que empleó el extranjero a fin de granjearse la amistad de los naturales, se encontrará la razón por la cual lo acogieron con afabilidad, no descubriendo sus intenciones aviesas sino cuando les fue imposible deshacerse de él.

Así fue que, en lugar de corresponder a la buena acogida que se le dispensó, quiso al poco tiempo imponer su voluntad y usurpar los derechos de quienes eran los verdaderos dueños de la región.

Lo consiguió siempre y ocasionó múltiples daños a quienes sólo debía favores.

Llegó un momento en que todos le temieron, convencidos que poseía un poder maléfico conferido por el demonio.

Temerosos de las fuerzas sobrenaturales y de los enviados de los genios malos, nadie se atrevía a lanzar contra él sus flechas con puntas de ñuatí curuzú, cuyas espinas venenosas eran infalibles.

Koipac, por su parte, se reía de ellas sabiéndose invulnerable al más activo de los venenos.

El no reconocía derechos ajenos y actuaba de acuerdo a los dictados exclusivos de su voluntad y de su conveniencia, sin importársele el perjuicio que sus actos podrían ocasionar.

Los toldos de la tribu de Chiguisi se hallaban en las cercanías de Yuioma, la laguna del pescado, cuyas aguas brindaban a los nolajuijk abundantes nillac, entre los que había: toiguif, hueserá, chalmee y nuhac.

Las aguas de la laguna guardaban celosas al pez sagrado, un sasinec de tamaño extraordinario, padre de los peces y que proveía a la laguna de esos animales.

Un día, los indígenas vieron, consternados, que Koipac se dirigía a pescar.

Llevaba el arco y las flechas de guayaibí. Marchaba decidido por el sendero que conducía a Yuioma, entre guaviyús, daicós, ibirá jus, pindós, florecidos yaguá-ratais, trepadoras mburucuyás, güembés de tallos retorcidos y lianas decorativas, que con sus guirnaldas de hojas formaban verdes cascadas suspendidas de las copas de los árboles.

Enterado Chiguisi de las intenciones de Koipac, le salió al encuentro para prohibirle que diera muerte al pez sagrado, al sasinec, cuya desaparición traería como consecuencia el fin instantáneo de todos los peces, con los que los naturales quedarían privados de tan importante alimento.

Koipac, como siempre, recibió la advertencia con desdén, y acompañando sus palabras con un gesto burlón, preguntó:

— ¿Es algún privilegiado el sasinec de que me hablas, para que con él se tengan miramientos que no alcanzan a los otros peces?

— ¡Es el padre de los peces que viven en la laguna y el que proporciona abundante alimento a la tribu...! — respondió indignado el cacique.

— Pues tengo deseos de probar si es verdad eso — concluyó Koipac empecinado.

En vista de que sus palabras no convencían al malvado el salarnek Chiguisi decidió rogarle que no lo hiciera. Pero no obtuvo mejores resultados y tal como lo tenía dispuesto, Koipac llegó a la laguna de los peces.

La tribu, desesperada, veía con horror la grave falta que iba a cometer el perverso Koipac atacando al dorado, al que ellos profesaban veneración y respeto; pero sabían, por otra parte, que nada ni nadie hubiera podido evitarlo pues los poderes maléficos que poseía el extranjero lo hacían invencible.

Poco después, Koipac, con el arco tendido apuntaba al pez sagrado que, como si conociera sus intenciones, lo desafiaba no alejándose del lugar.

Koipac, creyéndose elegido de la suerte al ver que la presa se le brindaba generosa, tomó puntería y en un instante la fl echa, despedida con fuerza, atravesó el cuerpo del sasinec.

Instantáneamente se produjo algo inesperado. Algo que no estaba en los cálculos del presuntuoso Koipac y que sus poderes maléficos no podían conjurar.

Las aguas de la laguna crecieron en forma vertiginosa no tardando en desbordarse.

En el semblante del malvado Koipac se pintó el terror más espantoso al suponer que podía ser alcanzado por la avalancha de las aguas que corrían por la llanura sin que nada las detuviera.

Delante de ellas iba el extranjero, quien habiendo arrojado el arco y las flechas que le entorpecían los movimientos retardando su carrera, huía desesperado tratando de evitar ser alcanzado por el agua que, deliberadamente, seguía sus rastros amenazando con ahogarlo.

Pero la carrera se prolongaba tanto que de vez en cuando la fatiga vencía al indio que se veía obligado a detenerse para recuperar energías.

Esos instantes eran aprovechados por las aguas para detenerse también y esparcirse por el llano formando lagos y lagunas que, al llegar hasta donde se hallaba Koipac, lo obligaban a recomenzar la carrera interrumpida. Esto sucedió muchas veces y en una gran distancia, hasta que Koipac, completamente rendido, cayó sin poderse levantar más.

Las nectrank lo cubrieron, deteniéndose, desde el momento que ya habían cumplido su propósito: castigar al matador del pez sagrado.

El camino seguido por ellas desde que salieran de Yuioma persiguiendo al malvado y desaprensivo Koipac, hasta su total rendición, marcaron un curso de agua que dio abundante cainarán a los habitantes del Chaco, respetuosos adoradores del sasinec sagrado.

Ese fue el primer tuyeté que regó las llanuras boscosas del Chaco, según decían los tobas, el que a su vez dio origen a los otros, encargados de ofrecer su linfa clara a los habitantes de la región, a sus animales y a sus plantas, como una ofrenda de vida que el sasinec sagrado ofreció a quienes lo habían venerado como enviado de los dioses.

REFERENCIAS

Los ríos de la llanura chaqueña corren por terrenos de muy poco declive, siendo por consecuencia de curso indeterminado.

Por la misma razón sus aguas se deslizan con lentitud.

En verano, época que se caracteriza por la abundancia de copiosas lluvias, las barrancas de las orillas suelen desmoronarse, y los ríos, al crecer, se desbordan, salen de sus lechos y las aguas invaden la superficie de la tierra que, siendo impermeable, las retiene formando bañados, y lagunas.

Las materias orgánicas arrastradas por los ríos en sus recorridos, quedan depositadas allí donde las aguas se han detenido, fertilizando las tierras, lo que se traduce en exuberante vegetación, característica de esa zona.

Los ríos principales: el Pilcomayo, el Bermejo (con su afluente el Teuco), el Araguay, el Salado, el Guaycurú, que corren de. noroeste a sudeste, desaguan en el Paraguay o en el Paraná.

Esta leyenda fueextraída de la Biblioteca "Petaquita de Leyendas", de Azucena Carranza y Leonor M. Lorda
Tomo XIX: URPILA (Torcaz)

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Origen de los Ríos Chaqueños Leyenda Toba :: Comentarios

Cris

Mensaje Lun Nov 01, 2010 7:14 pm por Cris

Origen de los Ríos Chaqueños  Leyenda Toba 626610 Hermosa leyenda Gra!
Lástima que los originarios ya no pueden pescar en esos ríos, sobre todo en El Bermejo, porque sus aguas están contaminadas por la minería de Paraguay y una parte de Bolivia!
Origen de los Ríos Chaqueños  Leyenda Toba 62683

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MINO

Mensaje Lun Nov 01, 2010 9:04 pm por MINO

Además de que muchas de esas especies ya no tienen tantos ejemplares por la pesca indiscriminada y la contaminación.

El dorado de que habla la leyenda es uno de los peces del río más hermosos y más admirados por los pescadores deportivos, por su fiereza y combatividad.
Hasta de los EEUU vienen fanáticos a la pesca del dorado.

Para consuelo les informo que cuando se realiza la Fiesta del Dorado, en Paso de la Patria, está teminantemente prohibido que se mate un solo ejemplar.
Se practica la "Pesca con Devolución".

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