¿Será una sensación la que nos embarga tan a menudo y que nos lleva a concluir que vivimos en una sociedad disfuncional, es decir una sociedad deteriorada a un punto tal que sus mecanismos fallan de manera sistemática?

Lo primero, primero: a pesar de que no pocas veces se la rotuló con pasmosa frivolidad de "sensación", vivimos inmersos en una sociedad insegura. En ella, la probabilidad de que un chico dado vuelta por el paco o lo la porquería que sea le reviente a uno la cabeza de un balazo para robarle un auto de mediano precio o un celular no supone una fantasmagoría propia de la imaginación paranoica sino un albur tan real que se verifica sangrienta y cotidianamente. Y eso, que hace unos años fue escandalosa novedad, es parte del resignado paisaje argentino actual.

Hace unos días nos conmovió el caso del hijo de Antonio Grimau, con su carga desesperada de soledad, locura y muerte. Pero pronto en la historia comenzaron a aparecer las fallas ¿Hubo desidia en la atención hospitalaria, desatención que le permitió a un paciente desquiciado escapar así nomás? ¿Cómo se tardó lo que se tardó en identificar un cuerpo, el único que había en la morgue? ¿La Policía golpeó al desdichado, desnudo y bajo la lluvia, cuando lo recapturó?

Tanto descontrol nos hizo evocar el cercano espanto que sufrió la familia Pomar: aniquilada en un accidente vial, estuvo 24 días desaparecida sin que todo el enorme aparato de la Bonaerense pudiera dar con ella, cuando los cuerpos y el coche permanecían a un costado de la ruta 31. Hubo, desde luego, negligencia. Y, además, crasa inoperancia. Pero ¿también corrupción? Todo eso se investiga ahora, como se investiga a la Argentina, por cierto, como se investigó Cromañón, tragedia sobre la cual no se pudo establecer -a pesar de los tan imaginables testigos de la escena- siquiera quiénes tiraron las bengalas de la fatalidad.

Mientras, Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros, absuelto en el juicio por Cromañón, está libre luego de haber protagonizado una pelea con su mujer, tras la cual ella murió con más de la mitad del cuerpo incinerado. El tuvo quemaduras leves.

Mientras, la Hiena Barrios volvió a manejar un coche sin que pasaran ni dos meses del accidente que provocó en Mar del Plata y por el cual murió una chica de 20 años embarazada. Al boxeador -que escapó del lugar de la tragedia y, tras chocar una vez más, tardó unas cinco horas en presentarse en una comisaría- ninguna autoridad concibió retirarle el registro.

Por las guerras entre las barras bravas -tan folk que hasta hay una agrupación oficialista que intenta unirlas a todas-, el viernes hubo otro asesinato: esta vez, el de el ex jefe de la barra de Newell's. Es el cuarto crimen en lo que va del mes por la violencia en el fútbol en confrontaciones que parecen acelerarse a medida que se acerca el Mundial.

Mientras, barrabravas de Boca, según el diario "Olé", convocaron con su habitual cortesía a los futbolistas a una reunión donde explicaron, pedagógicos: "Esto es una pyme, acá se factura por resultados. Por culpa de ustedes estamos dejando de recaudar. Terminen con la interna y gánenles a las Gallinas porque si no vamos a volver y las cosas que van a poner peor". Los jugadores desmintieron la información sin demasiado entusiasmo y a ningún funcionario judicial, de la AFA o del club se le ocurrió la precipitada idea de intervenir.

¿Será apenas una sensación esto de que acaso vivimos en una sociedad sin reaseguros, que por corrupción, ineficacia o descontrol falla con metódico sistema? ¿O quizá la incompetencia generalizada y el supremo desinterés ya la ha convertido en un ente amorfo sin back up?

Marco Tulio Cicerón escribió: " A su pasión se abandona quien seguir su razón no puede."

Por Marcelo Moreno